Ubicada en un amplio terreno
arbolado que domina el valle del Sena, ofrece la imagen misma de un uso libre
de los “cinco puntos” de una nueva arquitectura. Esta villa fue encargada por
el dueño de una aseguradora, Pierre Savoye, a uno de los arquitectos más
importantes del Modernismo: Charles Édouard Jeanneret-Gris, más conocido como
Le Corbusier.
Con un exterior estrictamente
funcional, el volumen descansa sobre pilares en una gran superficie de césped. El
acceso para coches es muy directo, estos aparcan entre los pilares, debajo de
la casa, y la curva de su trayectoria proporciona la forma semirredonda de la
pared de vidrio de la entrada al edificio. Las dependencias del servicio
doméstico y el garaje están encajados detrás de este eficaz acceso que parece
copiar los zanguanes de los palacetes parisinos.
Pasando el acristalamiento de la entrada, se ofrecen dos accesos a los visitantes: una escalera y una rampa, que configuran la experiencia espacial original propia de la casa. Para Le Corbusier la escalera “separa”, y la rampa “une”; en este caso, extiende desde el césped hasta el cielo el hilo de un “paseo arquitectónico” entre la puerta de entrada, el apartamento situado en la primera planta y la terraza situada en cubierta.
Dentro del prisma de planta
cuadrada, la vivienda se distribuye a lo largo de una planta en L, que separa
claramente la parte pública de los dormitorios. La sala de estar puede
considerarse como la parte cubierta de un amplio espacio de recepción, del que
las dos terceras partes consisten en un patio abierto al paisaje mediante una
ventana rasgada, continua entre el interior y el exterior, de tal forma que el
vidrio no parece ser más que un leve diafragma. Unos pasillos comunican los
tres dormitorios y separan el cuarto de baño principal. Una sinuosa pantalla,
semejante a algunas figuras de los cuadros puristas, envuelve la sala al aire
libre situada en cubierta.