Pasear por el Foro romano, llegar hasta el Templo de Venus, volver hacia atrás pisando el antiguo mercado de Trajano, observar como una enorme columna se alza hasta el cielo en memoria del mismo. Todo esto es posible hoy, aunque evidentemente sería mucho más impactante en su tiempo, es gracias a un arquitecto de origen sirio al servicio de los dos Emperadores hispalenses, no es otro que Apolodoro de Damasco, apodado en su época “il Damasceno”.
El estilo de Apolodoro es claramente heleno, que podemos observar en el diseño de los frontis de los templos romanos que nos recuerdan por ejemplo al majestuoso Partenón, el orden seguido en las columnas. Al servicio de Trajano, Apolodoro dejó lo mejor de sus obras, como son: el mercado de Trajano, el puente Trajano, el Panteón de Agripa, y la columna de Trajano.
Como digo, dejó innumerables obras que ayudo a levantar de nuevo a Roma y a dejar una huella casi imborrable por el paso de los siglos de uno de los mayores Emperadores, construyendo el puente sobre el río Danubio, haciendo posible la vida pública de los romanos con las Termas del mismo nombre que su Emperador, el Foro, puertos, arcos triunfales, y varias obras públicas.
El final de Apolodoro vino con la ascensión al poder del Emperador Adriano, quién después de haber sido increpado por su afán por la arquitectura, sentenció a muerte al arquitecto sirio.
Sólo pasear por Roma a pie, un paso detrás de otro, contemplando con detenimiento cada piedra puesta estratégicamente una sobre otra, hace ver que con el orden se consigue la perfección, aguantando en pie durante siglos.