Paseando por Firenze, uno no puede dejar de ver el Duomo, el Ponte Vecchio, la galería Uffizi… todo en el centro histórico de la ciudad, Patrimonio de la Humanidad según la Unesco. Pero fuera de él, al otro lado del Arno, podemos encontrar otros rincones de la ciudad que merecen la pena ver, caminando hacia la colina, hacia la Piazza di Michelangelo donde podemos visualizar toda esta hermosa ciudad. Creemos que más allá de este mirador se acaba Firenze, pero no… andando un poco más hacia arriba, el punto más alto de la ciudad, allí se encuentra la iglesia de San Miniato al Monte.
La historia de este templo comienza en el año 250 d.C. , cuando San Miniato fue martirizado en Firenze durante el reinado del emperador Decio. Según cuenta la leyenda, tras ser decapitado el santo recogió su propia cabeza y subió hasta la cima de la colina situada al sur del Arno. Allí se edificó en tiempos carolingios una capilla sobre su tumba. Más tarde, a comienzos del siglo XI, al descubrir sus restos mortales se promovió la construcción del monasterio benedictino de San Miniato al Monte, que más tarde perteneció a los cluniacenses. La fecha de su construcción no se sabe con exactitud, pero en el suelo de la iglesia se muestra una inscripción con el año 1207, lo que hace suponer que en ese año ya estaba terminado el edificio. Posteriormente, Cosme I convirtió el templo en una fortaleza para aprovechar su magnífica situación estratégica. Y más tarde tuvo unos usos más sombríos: durante la epidemia de peste negra que padeció Firenze en el 1630, el templo funcionó como hospital, y posteriormente como asilo para acoger a los desamparados. Ya, en la actualidad, el convento pertenece de nuevo a la orden benedictina de los olivetanos, que ya ocupó la iglesia a comienzos del siglo XV.
El campanario también tiene una historia curiosa, actualmente está inacabado, es obra de Baccio d’Agnolo que lo empezó a construir en 1518, sustituyendo el anterior que se derrumbó en 1499. Durante el sitio de Florencia en 1529, Michelangelo lo hizo rodear de colchonetas para protegerlo de la artillería enemiga.
En la imponente fachada del templo, iniciada allá en el año 1705, se distinguen tres fases de construcción sucesivas que se corresponden con la planta baja, la parte superior y el frontón. La planta baja está dividida por cinco arcos ciegos, que descansan en semi-columnas y encierran en su interior motivos geométricos sencillos como son los rectángulos. La parte superior, es de una configuración menos clásica y dotada de una ornamentación más rica, incluyendo un mosaico que representa a Cristo entre la Virgen María y San Miniato. En el frontón triangular, los elementos decorativos son más abundantes. Todo este conjunto arquitectónico es rematado con un águila de cobre, símbolo y emblema del gremio del Arte de Calimala, que fue la entidad que financió la construcción del templo.
La estructura del templo es de tipo basilical, pero sólo tiene tres naves longitudinales y carece de nave transversal. Bajo el techo de madera, el espacio está dividido por arcos fajones en tres tramos iguales, divididos a su vez en tres naves por secuencias de tres arcos sostenidos por columnas y pilares. En la decoración reaparecen algunos motivos de la fachada. Los capiteles de las columnas son de una gran diversidad, ya que datan de diversas épocas, por ejemplo los del coro son los más antiguos, en parte de origen bizantino. Siguiendo la tradición, el coro se construyó sobre la cripta, en la que descansan los restos mortales de San Miniato. El recinto del coro y el púlpito están decorados con incrustaciones en mármol. Las pinturas de la Capilla Mayor, en la parte posterior del tabernáculo (zona de oración), fueron realizadas por Agnolo Gaddi.
Los muros de la nave central están adornados con pinturas que imitan incrustaciones en mármol, realizadas en el período del 1858-1861 con motivo de una restauración. En la misma época se cubrieron las columnas de la nave central con falso mármol. También se restauró el mosaico del ábside, que representa, nuevamente, a Jesús entre la Virgen María y San Miniato: las teselas originales, que databan de finales del siglo XIII, fueron sustituidas por otras más modernas.
Las incrustaciones del pavimento, del año 1207, imitan el arte oriental de las alfombras por medio de motivos geométricos que se van alternando con imágenes figurativas.
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